Sí, se habla en todas partes de Stranger Things, la nueva serie de Netflix que marca el regreso de Winona Ryder en un protagónico, siendo un contundente llamado a la nostalgia pura de la década de los ochenta, resucitando no solo su estética, sino que también su música, sus temáticas y valores.
1983. En un pequeño pueblo de Indiana, EE.UU, una serie de eventos extraños comienzan a suceder luego de una fuga en una planta de investigación científica federal. Will, un niño de unos 10 años desaparece sin dejar mucho rastro. Ante la búsqueda incansable de su familia y grupo de amigos, una extraña niña aparece en el pueblo, dando pie a muchas preguntas sobre los extraños sucesos que allí ocurren.
Probablemente lo que produjo la buena recepción de Stranger Things tiene que ver, precisamente, con todos los valores que evoca, los cuales a estas alturas nos parecen perdidos. Vivir en la inmediatez del estilo de vida actual ha tenido como consecuencia ir perdiendo interés por los procesos históricos humanos de la vida cotidiana, como la amistad, la imaginación, y la conjugación de estas con la infancia. También el involucramiento de los sujetos con su entorno, su comunidad, o en este caso, con su pueblo. (Hawkins, que por momentos hace recordar a la inolvidable Twin Peaks, de Lynch)
Es cierto que existe un exceso de clichés, los cuales son propios de las referencias que busca homenajear, por lo que parece ser que están intencionadamente puestos allí, evitando caer en innovaciones que no vienen al caso. Sin embargo, los personajes van matizando ciertos aspectos de su personalidad mediante avanza la serie (considerando su corta duración -8 episodios-) pese a que en un principio parecen relativamente estereotipados. Otra lectura, refiere a que esta búsqueda constante de la nostalgia, es como si se tuviesen que recuperar ciertos elementos de una época perdida, que dejó viudas y viudos, quienes nostálgicos y melancólicos ven solamente posible en aquella época la existencia de una sociedad mayormente constituida, y en palabras de Bauman, no líquida como en la actualidad.
No fue hace mucho el año en que la mayoría de las películas nominadas a los Oscar presentaban casi al unísono un homenaje al cine clásico, a ese de sus orígenes, películas como Hugo, The Artist, o Midnight in Paris basaron sus argumentos en el homenaje más puro al cine clásico, desde Georges Mélies, los hermanos Lumiére, y otros tantos estandartes del séptimo arte y la industria cinematográfica. Y si bien, esto alegó cierta crítica a la falta de creatividad sobre nuevas historias, al parecer tuvo un grato efecto en el gran público. Stranger Things apunta hacia allá.
Es cierto que el cine está constantemente homenajeándose (y sí, otros plagian) a si mismo, pero aquí el asunto es distinto. Los paralelismos - u homenajes, si se quiere- van concretamente desde el cine de fantasía y terror de los años 80', hasta incluso se podría decir, con películas más recientes de ciencia ficción como Under the Skin (Uy, Scarlet ° ͜ʖ ͡°). Tiene permanentes diálogos con E.T, (1982); Close Encounters of the Third Kind (1977) o filmes como Stand by me (1986). Desde allí se puede decir, que Stranger Things es el resultado de los sentimientos que evoca el cine de Spielberg, el legado de Stephen King, y un cumulo de homenajes a John Carpenter, y directores que hicieron grande el genero de terror y la fantasía durante la década en que brillaban el Hard Rock y los sintetizadores, mientras el mundo se remecía política y geográficamente en distintas latitudes. (Cuando no...)
No hay mucho más que decir de Stranger Things, su argumento no es nada nuevo, sus personajes tampoco lo son, su pueblo no tiene nada de encantador, y los antagonistas tampoco ofrecen mayor recelo. Considerando todo lo anterior, ¿merece la pena verla?, y la respuesta es sí. Curiosamente, aspectos del montaje, ambientación, guión, y música, generará más adeptos que detractores, ya que de alguna manera, los creadores - Los hermanos Duffer- supieron rescatar la esencia de toda una generación, una década que marcó a muchos de los que hoy rondan la treintena, y que sus logros en la dirección - ya que entretención no le falta - podrán encantar al resto del gran público.
Mención especial para la música original, y para el soundtrack utilizado. Tanto la composición realizada por Kyle Dixon y Michael Stein como la elección de los himnos ochenteros que van acompañando la trama, son un tremendo gancho para los nostálgicos de una gran epoca para la música, el romanticismo y los sintetizadores. Se hacen presentes canciones de Foreigner, Toto, New Order, Joy Division y Jefferson Airplane.
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